martes, agosto 07, 2012

Duro de matar: un A-10 casi derribado sobre Bagdad

Los aviones de ataque a tierra suelen ser duros de pelar. El A-10, sin embargo, ha demostrado ser realmente duro de pelar. Basta ver la historia de la capitana Kim Campbell y su Thunderbolt II para comprenderlo cabalmente.

Era abril de 2003 y EEUU estaba invadiendo Irak. Sobre los cielos de Bagdad, varios A-10 estaban realizando misiones de apoyo a tierra, ayudando a los soldados estadounidenses a lidiar con el enemigo.

Uno de esos aviones era el pilotado por la capitana Kim Campbell, del 75º Escuadrón de Cazas, perteneciente a la 332º Ala Aérea Expedicionaria. Recién terminaba de realizar su misión y estaba por volver a la base, cuando fue ferozmente atacada por fuego antiaéreo. Las consecuencias fueron rápidas y directas: el avión se volvió inestable automáticamente. Los instrumentos mostraban una situación muy grave.

...sentí que el avión había sido alcanzado. Fue muy obvio, fue [un ruido] muy fuerte. [...]

Perdí mis hidráulicos instantáneamente, de manera que perdí el control del aparato completamente. Caí hacia la izquierda y apunté hacia el suelo, lo cual fue una sensación muy desagradable sobre Bagdad. El panel de precaución se encendió por completo y el avión no estaba respondiendo a ninguna de mis órdenes.

La capitana intentó diferentes procedimientos para volver a poner el aparato bajo su control, pero ninguno funcionó. En ese momento tuvo la idea de ponerlo en reversión manual, es decir, manejar el aparato sin sistemas hidráulicos, ya que estos habían demostrado que no funcionaban. Luego de esto, la aeronave comenzó a funcionar como debía... o al menos lo suficiente como para no caer rápidamente.

El avión comenzó a ascender, alejándose del suelo, lo cual fue una buena sensación, ya que no quería tener que eyectarme sobre Bagdad.
Otro problema a resolver fue que, como el daño había sido en la parte trasera, ella no podía ver qué tan grave era. En efecto, los proyectiles habían dañado el estabilizador horizontal, la cola y parte de las toberas de los motores. De esta manera, su líder de escuadrón, el teniente coronel Richard Turner, se colocó detrás del avión dañado para poder evaluar la situación. Turner informó que, afortunadamente, el daño no había afectado el tren de aterrizaje ni las superficies de control. El avión, en efecto, estaba volando bastante bien. De esta manera, crecía la esperanza de que pudiera volver a la base y aterrizar sin problemas. Entre ambos comenzaron a charlar para determinar el mejor camino para lograr esto. Turner le informó que, básicamente, tenía dos opciones. Luego de volar hacia un área segura, podía tanto eyectarse como tratar de aterrizar. Pero esa decisión tenía que tomarla ella como piloto del avión, y nadie más.

No podría haber pedido un mejor líder de vuelo. Fue muy directo cuando tuvo que serlo, porque todo lo que podía hacer era concentrarme en volar el aparato. Luego, cuando salimos del áerea de Bagdad, él comenzó a recorrer todas las listas de chequeo, todas las posibilidades, todas las cosas que debía tener en cuenta. [...]

Podía tratar de aterrizar un avión dañado, o podía eyectarme... lo cual no tenía ningún interés en hacer, pero sabía que era algo que tenía que considerar. Pero el avión funcionó como era esperado y esto es un tributo a nuestro servicio de mantenimiento y a los muchachos que trabajan en el avión. Es bueno cuando las cosas salen como se las espera.
Teniendo en cuenta esto, la capitana Campbell decidió aterrizar. No tuvo ningún problema y pudo hacerlo como siempre. El único inconveniente que surgió fueron los frenos, y cómo detener el avión en la pista.

Cuando pierdes todos los hidráulicos, no tienes frenos de velocidad, no tienes frenos y no tienes el control de dirección. [...]

Creo que todos pensamos que somos invencibles y que eso no va a pasarnos a nosotros. No me habían disparado nunca antes, en ninguna de nuestras misiones previas. Esta fue la primera. Gracias a Dios por el Warthog, porque soportó cierto daño pero me trajo a casa.
No hay duda de que el fuego era preciso;
la rociada de balas cortó virtualmente al fuselaje en dos.

Tal vez uno de los daños más vistosos fue la pérdida de parte del borde
de ataque del ala. Detrás de la piel de metal pueden verse los
componentes del avión.


Como puede verse, hasta las toberas fueron alcanzadas.
Se trata aparentemente de fuego de escaso calibre,
pero en una proporción tan grande que, de tratarse de otro
tipo de aparato, hubiera podido derribarlo.


Casi una década antes, el A-10 ya había demostrado su
capacidad de recibir un daño tremendo. Bajo el sol penetrante del desierto,
este aparato ha regresado de una misión en la Segunda Guerra del Golfo
con un gran trozo de ala menos.

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