Cada tanto me dan ganas de expandir mi colección naciente con medallas. Claro, con poca plata, rápidamente las subastas suben por encima de lo que puedo pagar. O las que están directamente a la venta son demasiado caras para mí.
Pasa una y otra y otra vez... y supongo que no aprendo. Me sigo ilusionando y desilusionando. Ahora pasó de nuevo.
Y me puse a pensar que tengo que concentrar mi colección en libros, que son lo que me gusta más, y que, al leerlos u hojearlos, me dan una gran satisfacción. Pensé en que muchas de esas medallas no tienen indicios de para quién fueron, qué fue necesario hacer para ganarlas... Son trozos anónimos de la historia, a veces sin un anclaje de época, sin fecha precisa. Por lo menos las monedas que compro cada tanto tienen eso...
¿Entonces? Que sí, quiero concentrar mi colección en libros antiguos, principalmente de militaria e historia militar. Y algunas monedas, también estampillas, aficiones secundarias ligadas fuertemente al coleccionismo que me han quedado de la niñez.
Me ahorro plata, porque a corto plazo tengo en la mira varios libros antiguos muy lindos cerca de donde vivo, y gasto poco o nada de envío.
Pero también, ¡donde pongo tantos libros! Estoy completamente rodeado, sepultado, amurallado de libros. Mi hermano tienen un montón de libros de ciencia ficción que le regalaron en el piso, literalmente. Hace tiempo que no tenemos espacio para nuevas bibliotecas, más allá de que cuesta mucho comprarlas. Mi última repisa fue para acomodar casi todos mis CDs y DVDs.
Y esos libros, tan gastados, tan poco mimados, tan deslucidos, a veces rotos, sin que nadie los lea, sin que nadie se interese por ellos, no se venden fácilmente en los sitios de subastas. Hace falta que caiga alguien como yo, un loco de aquellos. Alguien que les dé un hogar, al menos, aunque sea algo apilados. Que puedan conversar con los demás en un conventillo desorganizado, como mis antepasados lo hicieron al llegar a Argentina.
Incluso solucionando lo del alojamiento, me da tanta pena no leerlos... Se apilan los de la Biblioteca Tolkien, que ni siquiera tienen un hogar y viven desparramados por varios estantes o sobre otros libros. También tengo que leer algunos nuevos (ya comprados o en proceso) para mi preproyecto de beca... sin mencionar los comics. Todos compiten por mi atención, como si fuera un padre que adopta muchos hijos. Algunos son "lindos", "perfectos"; otros son huérfanos maltratados y abandonados, mal vestidos y desnutridos, incluso con "defectos". ¡Pero yo los quiero a todos! Porque todos me cuentan su historia, y cómo me la cuentan ya hace otra historia aparte.
En fin, ahora que en verano tengo más plata, moriré de amor con sus abrazos.
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