Ningún país estaba listo para la guerra que estalló en 1939, e incluso los que se unieron en 1941 también tuvieron sus problemas. Construir una industria armamentística toma tiempo, sobre todo si se están buscando mejoras radicales como en ese momento.
En realidad a todos los países la guerra los pilló por sorpresa, pero algunos supieron adaptarse más que otros. Esto tenía que ver, en parte, con la filosofía de diseño de cada nación, su tradición con respecto a la industria militar y al tipo de gobierno e ideología que se perseguía.
Los alemanes se caracterizaban, en un extremo, por sus diseños cuidados, vehículos y armas duraderos pero también relativamente costosos de diseñar, fabricar y operar. En el otro extremo, los soviéticos eran mucho más pragmáticos, pero también mucho más burocráticos. Al igual que en la Alemania Nazi, había conflictos de intereses y luchas de poder entre ministerios, empresas y diseñadores, pero en este caso, los jerarcas soviéticos las utilizaban para impulsar y arruinar carreras de una manera deliverada, buscando que sus oficinas de diseño lucharan entre sí para lograr los mejores diseños. Muchas veces estas luchas eran inútiles, porque luego el proyecto se cancelaba totalmente, y en el camino se perdían muchos recursos por el capricho de alguien que había solicitado algo poco útil en el campo de batalla.
Sin embargo, el principal problema que tenía la industria armamentista al comienzo de la guerra era su gran cantidad de diseños y vehículos anticuados e ineficientes en producción. Como había que abastecer a un ejército enorme y la industria no daba abasto, se seguían utilizando armas y vehículos de entreguerras en gran número, y a veces también se los seguía fabricando aunque se sabía que no eran efectivas. Era mejor tener algo que nada, después de todo.
Esto se vio de manera patente cuando Alemania invadió la URSS en 1941. Rápidamente las fuerzas alemanas, mejor entrenadas y a veces con armas y vehículos no tan buenos en comparación con los soviéticos, lograron grandes conquistas. Esto incluía enormes cantidades de vehículos que dejaban de funcionar o que eran destruidos o dañados fácilmente. Esta pérdida fue importante para los soviéticos, porque tenían recursos humanos casi ilimitados, pero su industria era poco eficiente, desorganizada y necesitaba mano de obra calificada. Era una bestia que requería ingente cantidad de recursos y que nunca pudo abastecer totalmente a sus fuerzas armaras; por eso resultó tan importante la ayuda de los Estados Unidos, que abastecieron de enormes cantidades de aviones, tanques, jeeps, y todo tipo de vehículos y armas.
La situación se hizo todavía más difícil cuando el enorme y repentino avance alemán suscitó la pérdida de valiosas industrias y fábricas. Ansioso por evitar esta pérdida de capacidad de producción, el gobierno soviético llevó a cabo un faraónico plan: la mudanza de todas las fábricas bélicas y de materiales relacionados detrás de la muralla de los Urales, una cadena montañosa que, por su distancia a las bases alemanas, impediría el bombardeo estratégico alemán.
Este plan obviamente tuvo graves consecuencias, porque no se puede producir en una fábrica que se está mudando. Sin embargo, era necesario para asegurarse la producción futura de armas. Ciertas cuestiones políticas y pragmáticas lograron "milagros": no acatar las órdenes era suficiente para merecer fusilamiento o exilio en un gulag, por lo que los responsables de la fabricación, desde empleados hasta capataces y diseñadores hacían todo lo posible para cumplir con las cuotas de producción o las fechas de entrega ordenadas. Esta forma de trabajo tan rígida tuvo, como siempre, buenas y malas consecuencias. Por un lado, el esfuerzo hizo que los niveles de producción durante la mudanza se mantuvieran, pero durante los años de la guerra, el acatamiento a rajatabla de las órdenes superiores, incluso cuando eran absurdas o parecieran imposibles, trajo también el diseño y fabricación de vehículos y armas defectuosas o que no tenían la efectividad que podrían haber tenido de ser fabricadas más a conciencia.
La obligación de cubrir cuotas de producción, sumada a problemas típicos de la guerra y confusiones de órdenes, hacía a veces que ciertos vehículos o armas fueran construidos sin ningún standard, o que ciertas piezas fueran adaptadas e intercambiadas sin haber sido diseñadas para eso. Por ejemplo, durante el avance alemán de 1941, la fábrica de motores diesel V-2 de Jarkov, que enviaba sus plantas motrices a Leningrado para fabricar tanques, tuvo que ser abandonada. Esto provocó que una centena de tanques KV fuera completados con motores de gasolina modelo M-17, que eran utilizados en los tanques T-35.
En el campo de las armas de fuego para infantería, la capacidad de innovación era a veces casi nula. Se sabe que muchas unidades iban a la batalla con tan pocas armas que se les ordenaba a los soldados desarmados tomar los fusiles que sus camaradas muertos dejaran caer durante un avance.
En este contexto, la cantidad, y no la calidad, era lo más importante. Esto implicaba que muchas armas soviéticas de la época eran extremadamente duraderas, sencillas y bien diseñadas. Podían ser ensambladas y reparadas muy fácilmente por personal poco especializado. Tenían pocas piezas móviles que se pudieran gastar, y ningún mecanismo complejo que pudiera trabarse, por lo que a veces los alemanes las tenían en buena estima. Es decir, el hecho de que fueran baratas no implicaba que fueran malas, pero sí que no tuvieran ningún tipo de "detalles". Por ejemplo, los tanques y fusiles alemanes tenían excelentes sistemas ópticos (algo en lo que su país sobresalía), pero esto encarecía el producto y los hacía un poco más difíciles de usar, requiriendo más entrenamiento. Los soviéticos preferían poner sistemas más sencillos, de menor calidad, que cualquier soldado pudiera manipular. Algo similar sucedía con los aviones: las estadísticas decían que cada avión soviético volaba siete veces antes de ser derribado. Debido a esto, se les incorporaban solo los instrumentos más básicos e imprescindibles. La idea es que era mejor construir el doble de aparatos sencillos que la mitad de aparatos más caros, que de toda manera iban a ser derribados eventualmente.
En las armas de fuego, se solía evitar el acero estampado, usándose generalmente metal laminado. Para no tener que hacer piezas complejas, se las dividía en partes y se las soldaba luego en una línea de montaje. Cuando las cuotas de producción aumentaban, se eliminaban procesos "cosméticos" como el pulido de las partes de madera. También se adaptaron muchas armas del pasado: los fusiles de la Gran Guerra, que eran muy largos y pesados para el tipo de guerra móvil de ese momento, se modernizaron recortando los cañones y mejorando las culatas.
Los procesos finales se solían evitar, de hecho, en muchos casos. En muchos casos, como en Stalingrado, los tanques salían de la fábrica sin ser probados ni pintados, manejados por soldados que esperaban la finalización del ensamblaje o directamente por obreros que luego los acercaban al frente de combate. Esto habla a las claras del nivel de sencillez de los vehículos soviéticos, que funcionaba también a favor, a veces, de las tripulaciones. Como no había sistemas demasiado complicados, casi cualquier recluta con algo de entrenamiento podía manejarlos. Sin embargo, como hemos visto antes, a veces la provisión de piezas defectuosas o un diseño apresurado hacía las cosas más complicadas de lo necesario.
El caso de los tanques es paradigmático: a diferencia de muchos coetáneos, los principales modelos soviéticos, el famoso T-34 y los KV-1 estaban muy mal diseñados en cuanto a distribución de la tripulación. Sus torres eran estrechas, dificultaban el escape en caso de incendio o explosión y hacían que ciertos puestos estuvieran sobrecargados de trabajo o no pudieran haber bien lo que se les pedía. Los carros pesados KV-1 eran prácticamente indestructibles, pero tenían una torre mal diseñada, solo se podía cambiar de marcha deteniendo el tanque (los informes alemanes indican que la mayoría de los KV-1 abandonados tenían problemas de embrague o de direcciones rotas) y para colmo, los sistemas de mira eran malos: los bloques de vidrio blindado solían tener burbujas de aire que distorsionaban la visión.
Aunque esto luego se mejoró en parte, ciertos "detalles" siguieron sin actualizarse. Muchos tanques salían de las fábricas sin radios, lo que impedía la coordinación con otras unidades; a veces se les colocaban radios de otros tipos, por error o simplemente porque no había ninguna más para instalar y se debía cumplir la cuota de producción a cualquier costo. Esto causaba confusión entre las tripulaciones, que a veces recibían vehículos que no estaban listos y debían entrar en combate con ellos o encontrar alguna solución rápida en el campo.
La mejora del modelo KV-1 y el traslado de las fábricas detrás de los Urales proporciona un ejemplo patente. Los KV-1 modelo 1940 utilizaban el cañón F-32; en julio de ese año comenzó a fabricarse el modelo 1941, que utilizaba el cañón ZIS-5 (prácticamente idéntico al F-34 utilizado por el T-34, para estandarizar), que era un poco más largo. Sin embargo los dos modelos se siguieron fabricando juntos ya que había grandes existencias del cañón F-32, y había que agotarlas. Igualmente, hubo ejemplares fabricados con la torre de soldadura original, y otros ensamblados con la torre nueva, que tenía blindaje reforzado.
No había ningún tipo de denominación para este tipo de subvariantes, porque la combinación de elementos nuevos y viejos era imposible de rastrear, sobre todo con las prisas de la guerra. Por la forma en que se almacenaban los componentes en las fábricas, a veces los más nuevos tapaban a los más viejos, o estos quedaban mezclados. Como había que cumplir las cuotas de producción, estos componentes y partes eran tomados por los obreros sin preguntar mucho.
Fue así que en esa época de transición, además de lo ya comentado, también se utilizaban torres de partes soldadas y de fundición, ya que provenían de diferentes contratistas. Incluso el cañón F-32 seguía apareciendo cada tanto en partidas esporádicas, lo que hacía que modelos más nuevos del KV-1 volvieran a usar el cañón más viejo. Es más, se utilizaba a veces el cañón F-34, cuando no se tenían los cañones adecuados a mano. También se utilizaban radios de avión, cuando faltaban las originales.
Para finalizar, solo queda hablar un poco de las condiciones de trabajo. Prácticamente todo el que no combatía estaba en una fábrica: desde adolescentes hasta ancianos y amas de casa debían cumplir sus cuotas. Se trabajaba entre 12 y 16 horas al día, seis días a la semana. Muchas veces se dormía en las mismas fábricas, junto a las máquinas o en cualquier otro lugar, mientras otro turno de producción tomaba ese lugar. Cualquier forma de mejorar la producción en masa era adoptada y
premiada, pero todo lo que demorara demasiado la fabricación, aunque
diera lugar a un producto mejor, era mirado con recelo.
Obviamente, esto hacía que muchas veces hubiera accidentes, confusiones y mal uso de ciertos elementos, ya que los obreros no solo trabajaban bajo enorme presión, sino que tenían pocos conocimientos técnicos o de otro tipo. Un ejemplo típico fue lo que sucedió con ciertas partidas de tanques pesados: en 1943 se apilaron las quejas por roturas de los dientes de los engranajes de la transmisión. Al rastrearse el problema, se descubrió que los empleados de una fábrica, jóvenes sin calificación, estaban usando discos de acero cromados, pensados para hacer aros de cojinetes, en lugar de discos de una aleación especial de acero duro. Como ambos discos eran muy similares en bruto, y estaban en lugares muy cercanos de la fábrica, habían sido tomados como materia prima de piezas totalmente diferentes.
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