La caída de Francia durante 1940 asustó incluso a su mayor aliado, Inglaterra. Hasta ese momento Alemania parecía imparable, y la derrota gala fue tan rápida y contundente que muchos se encontraron sin lugar a donde escapar.
Esta no era el caso de Churchill y el gobierno británico. Después de la evacuación de Dunkerque, cuando los alemanes se acercaban inexorablemente a París, el Primer Ministro ordenó el envío de más de 1.800 millones de libras esterlinas en oro a Canadá, que le había declarado la guerra a Alemania el 10 de septiembre del año anterior. El Imperio de la Gran Bretaña tenía muchos lugares desde donde continuar las hostilidades, si el centro del mismo se perdía.
La huída de capitales, que luego resultó innecesaria, fue tan rápida como peligrosa. Los 2.230 paquetes de lingotes de oro almacenados en el carguero Emerald hicieron que se combaran las vigas de hierro que componían los soportes de la bodega de carga. Irónicamente, se declaró que el barco transportaba pescado.
Poco más de dos semanas después de la caída de París, este dinero había llegado a Montreal. El gobierno británico, todavía previendo una posible derrota, envió un segundo cargamento, ahora escoltado por buques militares: en esos buques se transportó, según se sabe, el mayor cargamento de oro que conoce la historia, tanto moderna como antigua.
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