Durante la
Segunda Guerra Mundial, los pilotos estadounidenses de bombarderos
B-29 ponían latas de mezclas de helado en los compartimientos del artillero de popa. Las bajas temperaturas que sufrían a causa de la altura del vuelo, y las constantes vibraciones, hacían un buen helado, que las tripulaciones disfrutaban al volver exitosamente de la misión.
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