Como habíamos mencionado en la historia acerca del asesinato del jerarca nazi Reinhard Heydrich, uno de los grandes temores de la resistencia checa era que semejante acto disparara una represalia de proporciones nunca vistas. Se cree que, de hecho, eso era lo que esperaba el gobierno checoslovaco en el exilio, bordeando una línea moral bastante confusa.
Lo cierto es que finalmente la resistencia ayudó a los comandos checos entrenados en Inglaterra, pero fueron incapaces de darles protección y todos los colaboradores directos o indirectos en el ataque terminaron muertos por las tropas nazis. Pero como lo sospechaban los partisanos, no todo quedó allí. Una vez muertos los responsables directos, los jerarcas nazis idearon una forma particularmente macabra de cobrarse la deuda.
Hitler pensó en ejecutar a 10.000 checos, pero Himmler, líder de las SS, lo convenció de lo contrario explicándole que los checos eran buenos trabajadores y que esto perturbaría mucho la producción de material de guerra muy necesario. Sin embargo, indirectamente, la cantidad de arrestados, torturados y asesinados alcanzó un número similar. Se calcula que 13.000 personas fueron arrestadas, algunos con vinculaciones con los partisanos, pero muchos sin tener nada que ver. Muchas de ellas terminaron en campos de concentración. Se cree que unas 5.000 personas murieron, directa o indirectamente, como represalia por la muerte de Heydrich.
Sin embargo, dos acciones puntuales marcaron el tono de la venganza de los nazis. Aunque la cantidad de muertos haya sido menor, esto no disminuye la crueldad, ni la infamia de estos actos: la destrucción completa de dos pueblos checoslovacos, las villas de Lídice y Lezáky.
Como en otros casos, falsos reportes de inteligencia enlazaron a estos poblados con la resistencia checoslovaca, legitimando una serie de acciones que no tenía ningún tipo de justificación militar. El 10 de junio de 1942, las tropas nazis ejecutaron a casi 200 hombres, todos los mayores de 16 años, de Lídice. Las mujeres y los niños fueron enviados a campos de concentración, en donde muchos morirían en cámaras de gas. Un puñado de niños tuvieron "mejor suerte" al ser considerados lo suficientemente arios como para ser dados en adopción a familias de las SS. En Lezáky no hubo misericordia: allí todos fueron ejecutados.
Por si fuera poco, los dos pueblos fueron incendiados, y los restos de Lídice fueron arrasados y apisonados para que ningún rastro quedara del sitio. En Lezáky, trabajadores esclavos removieron y dispersaron los escombros, y en Lídice se llegó al extremo de desenterrar a los muertos para destruir sus restos junto con el cementerio.
Esta macabra forma de borrar una localidad constituía la forma más extrema de la represión fascista. Sin embargo, tuvo como reflejo una curiosa y muy solidaria muestra de solidaridad por parte de todo el mundo. Si los nazis querían borrar del mapa a estas ciudades, la mejor forma de evitarlo era poder sus nombres en todo el mapa.
Fue así que, al enterarse de lo sucedido (ya que los nazis habían filmado y fotografiado los hechos), muchos países occidentales comenzaron a homenajear al pueblo de Lídice nombrando ciudades, distritos, calles u otros lugares. Algunos ejemplos son San Jerónimo-Lídice, en la ciudad de México, o Barrio Lídice, en Caracas. Una región de Panamá se llama Lídice, así como varios pueblos en Brasil. Lo mismo sucedió con un barrio de una ciudad de Illinois, Crest Hill, que fue rebautizado como Lídice, así como una plaza de Coventry (ciudad inglesa arrasada por las bombas alemanas), una calle céntrica de Santiago de Chile o una calle en Sofía, la capital de Bulgaria.
En lo personal, la historia me toca, una vez más, de cerca al enterarme hace un tiempo que existe una calle en mi ciudad natal, Rosario, que también se llama Lídice. Y su ubicación, algo perdida en una zona muy particular, forma parte de la anécdota: dicha calle está al borde del llamado Barrio Inglés, un conjunto de casas construidas por las empresas ferroviarias (de capitales ingleses) en la zona norte de Rosario, junto al complejo de galpones y vías que por mucho tiempo fue el centro neurálgico de la actividad agroganadera del país. No es de extrañar que, durante la guerra, este pequeño enclave inglés en Argentina, posiblemente con la venia de las autoridades locales, haya tomado semejante nombre. Y aunque la calle ni aparece en Google Maps (-32° 55' 46.69", -60° 40' 19.91"), todavía desafía a los nazis a muchos kilómetros de distancia.
Lídice, sin embargo, tuvo su propia venganza, tiempo después. En Checoslovaquia, volvió a ser construido, a cierta distancia del pueblo original: 153 mujeres y 17 niños lograron salvarse y regresaron a la localidad. Sin embargo, Lezáky, siendo un pueblo mucho menor, no corrió la misma suerte. Tenía pocos habitantes y al ser todos asesinados, la aldea no fue reconstruida.
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