Nació en 1919, de familia berlinesa, pero, como lo indica su apellido,
con ascendencia francesa. Su padre había sido, casualmente, piloto de
guerra durante el conflicto mundial de 1914-18. No es sorprendente entonces
que ya desde joven, Hans-Joachim haya tomado de su padre la pasión por
el vuelo.
En 1938, apenas cumplidos los 19 años, se enlistó como voluntario
en la
Luftwaffe. Y justo a tiempo, porque terminó su entrenamiento en
las etapas finales de la
Batalla de Inglaterra. En ese momento fue asignado
al I/JG27, y logró entrar en combate, con suerte bastante pareja. Se
distinguió de sus compañeros por derribar 4 aeronaves enemigas
confirmadas, más 3 probables. Sin embargo, en ese período fue
derribado 3 veces, saliendo siempre ileso.
Desde ese momento, comenzó a hacerse conocido por sus camaradas como
un personaje algo oscuro. A diferencia de otros ases alemanes, que siempre fueron
carismáticos y llamativos, como hechos a medida para la propaganda de
guerra, Hans-Joachim era más silencioso, cerrado, taciturno. Tenía
sus ideas bien definidas sobre la guerra y otros asuntos, y era de carácter
difícil. Muchos dicen que fue el as alemán más individualista
de todos. Tuvo la fortuna de salir vivo muchas veces, pero también de
contar con superiores comprensivos, que comprendían que ese tipo de excentricidades
tenían que ser toleradas en un as tan grande, que difícilmente
aparece así de la nada.
Cuando terminó la
Batalla de Inglaterra, el I/JG27 fue transferido
a a
Austria (en donde agregó nuevos reclutas), luego a
Rumania y más
tarde a
Bulgaria, para seguir la campaña de los
Balcanes. Mientras tanto,
Marseille ya era
Oberfähnrich (aspirante a oficial).
Pero fue en la primavera de 1941 cuando la fama de
Marseille comenzó
a florecer. En ese año su escuadrilla fue transferida a los lejanos territorios
africanos, un escenario hasta hacía poco impensado para una guerra europea.
Allí en el desierto,
Marseille forjó su leyenda, logrando convertirse
en as supremo de las fuerzas del
AfrikaKorps.
Esta fuerza, enviada para ayudar a los italianos a luchar contra los ingleses,
era comandada por
Rommel. Los duelos aéreos de ese teatro son muchas
veces ignorados, pero fueron igual de válidos que los del teatro europeo.
Sin duda, la aparición de
Marseille en parte los hizo más relevantes
para los historiadores.
La primera base del I/JG27 fue
Ain-el-Gazala. Se les proveyó a todos
con los
Bf-109E-4N, en su versión tropicalizada. El grupo comenzó
sus operaciones el 18 de abril de 1941.
Marseille obtuvo su primera vistoria menos de una semana después, el
23 de abril. En ese momento abatió un
Hurricane de la
RAF, y el 28 siguiente
logró derribar un
Blemheim, seguido rápidamente por dos
Hurricane
más, el 30 de abril y el 1 de mayo.
En parte estos logros se deben a que el
Bf-109E-4N tropicalizado era mejor a
todo lo que tuviera la
RAF en el aire africano. Era superior en velocidad lineal
y en potencia de fuego, y el
Hurricane solamente lo superaba en maniobrabilidad.
Los
P-40, sin embargo, eran netamente inferiores.
Los éxitos del as alemán continuaron llegando. Luego de la batalla
de
Solum, fue promovido al grado de teniente. En su haber ya tenía 14
victorias confirmadas.
Sin embargo,
Marseille no solamente se haría famoso por sus números
totales, sino también por la calidad de sus derribos y sus números
parciales. El primero de sus «grandes días» fue el 24 de
septiembre. Durante la mañana de ese día pudo derribar un
Baltimore
y 4
Hurricane al mediodía.
Las
cosas estaban poniéndose duras para los alemanes, pero eran peores para
los pilotos. Se los necesitaba tanto que terminaban agotados. Los siete mese
siguientes fueron malos, y el I/JG27 estaba en el extremo. A principio de diciembre
de 1941 llegó un grupo nuevo (el II/JG27) para apoyarlo, equipado con
los más potentes
Bf-109F-2 tropicalizado. Sin embargo, las malas noticias
siguieron llegando. Ese mes
EE.UU. entró en la guerra, y lo que vendría
sería cada vez peor.
En el invierno siguiente, los ingleses llevaron a cabo la famosa
Operación
Crusader. Ésta dio resultado, obligando a
Rommel a tener que hacer largas
retiradas. A pesar de eso los intentos por lograr el control de esa parte de
África siguieron adelante. El I/JF27, que ahora ya tenía los mismos
aviones que el II/JG27, fue llamado a tapar las brechas en el aire.
Terminada la
Operación Crusader,
Marseille había ya abatido
un total de 48 aviones enemigos. Por eso fue condecorado, el 24 de febrero de
1942, con la
Cruz de Caballero, y fue luego promovido a
Staffel-kapitän
(capitán de escuadrilla) en abril de ese año. Se le dio entonces
el mando de la 3º escuadrilla del I/JG27, su grupo de siempre, en donde
ya era muy conocido y respetado.
 |
Marseille contempla cómo se pinta en su avión la raya que conmemora su 50º derribo. |
Los honores y ascensos no lo hicieron cambiar, y siguió empeñado
en dar lo mejor de sí mismo. Volvió al ataque el 3 de junio, abatiendo
6
P-40 del 5º Escuadrón de la Fuerza Aérea Sudafricana. Los
pilotos derribados, mal entrenados, se habían cerrado en un círculo
defensivo, que teóricamente servía para que cada uno defendiera
a los demás.
Marseille, muy entrenado y utilizando la mejor maniobrabilidad
del
Bf-109, logró rápidamente los derribos, y el resto de la formación
enemiga se alejó.
Al poco tiempo,
Marseille obtuvo su victoria número 91, siendole otorgada
la
Cruz de Caballero con Hojas de Roble, una de las máximas condecoraciones
alemanas. Siguió adelante, alcanzando su victoria número 101 el
17 de junio. Además de la gloria, recibió como premio una licencia,
pudiendo viajar a
Berlín. Pero también logró que le agregaran
las Espadas a su Cruz de Caballero.
Un dato a considerar fue lo bien que le hizo a su salud y estado anímico
esta licencia del frente. Su estado físico no era el mejor, ya que cada
vez tenía que volar más para mantener a raya a los pilotos aliados,
que llegaban en gran número al teatro africano. A veces, los pilotos
alemanes eran llamados hasta ocho veces por día, para efectuar misiones
de escolta o de intercepción. Para peor, la llegada de refuerzos o de
simples reemplazos era cada vez más lejana, estando
Alemania superada
numéricamente en todos los frentes. Los pilotos estadounidenses a los
que los
Marseille y sus camaradas enfrentaban, por el contrario, tenían
descansos regulares.
Pero eventualmente tiene que volver al frente, y lo hizo en un momento en
el que era obvio que el enemigo preparaba un nuevo ataque. Dicen que en los
peores momentos, surge lo mejor de cada persona. Marseille hizo que, de los
constantes ataques, surgiera su genio como piloto de caza, logrando, en otro
de sus «grandes días», un record imbatible.
El 1º de septiembre, escoltando una formación de
Stuka, logra
abatir en rápida sucesión a tres
P-40. Cuando vuela de regreso
a la base es atacado por 6
Spitfire qu al parecer fueron atraídos por
su avión, el «Amarillo 14», que ya era muy conocido en el
área. Ansiosos por abatir a tan formidable enemigo, algunos se descuidan.
Marseille espera a que el primer
Spitfire esté a apenas 150 metros, hace
un viraje repentino y se ubica detrás del último de la formación,
derribándolo.
Logra volver a la base, pero dos horas más tarde tiene que escoltar
a una nueva formación de
Stuka. En ese momento, la formación alemana
se enfrenta a una fuerza enemiga de gran importancia: 30 bombarderos y 50 cazas
de escolta. De estos últimos, 8 (entre
Spitfire y
P-40) se lanzan contra
los
Stuka, lentos objetivos cuyo derribo es casi seguros.
Marseille abate rápidamente
a tres
P-40; los
Spitfire se mantienen alejados de los
Bf-109. Nuevamente, en
el vuelo de regreso, otro ataque, pero esta vez no son ellos los atacados. Hans-Joachim
y sus compañeros descubren una formación de
P-40 volando por debajo
de ellos; están en una posición excelente para ser derribados.
El as se lanza en picada, derribando a dos de ellos.
En estas dos misiones, la 3º Staffel de
Marseille habían conseguido
12 victorias: de todas
ellas, 8 eran de su capitán.
Pero no todo quedaría así. Durante la tarde de ese día,
el grupo tuvo que hacer otra escolta a bombarderos
Ju-88. Una nueva formación
de
P-40 intentó interceptarlos, perdiendo 5 aviones en 6 minutos.
Terminado ese día,
Marseille había demostrado sin duda alguna
su capacidad. Fue un día muy largo y duro, pero había derribado
nada menos que 17 aeronaves enemigas. Su record fue solamente superado por una
persona, el piloto alemán
Emil Lang, que logró derribar 18 aviones
en el frente este, en el mismo lapso de tiempo. Sin embargo, algunos dicen que
hay que tener en cuenta, en favor de
Marseille, que los pilotos ingleses y estadounidenses
estaban mejor preparados que los soviéticos.
Gracias a estos días de varias bajas, Hans-Joachim logró subir
el 3 de septiembre, su cuenta a 128 enemigos derribados. Por ello le dieron
el honor de condecorarlo con la medalla alemana de mayor categoría, la
Cruz de Caballero con Hojas de Roble, Espadas y Diamantes. Se convirtió
así en uno de los 27 condecorados con ella durante la guerra.
Pero
el ocaso de
Marseille se aproximaba. El 15 de septiembre ya había subido
su número a 150, pero su estado físico una vez más estaba
muy deteriorado. El as, al igual que muchos de sus compañeros de armas,
no tenía tiempo suficiente de sueño, y sus comidas eran escasas
o malas.
Hacia el 26 de septiembre había añadido 8 aviones más
a su cuenta. Se convirtió así en el piloto alemán más
exitoso del frente oeste, ya que otros pilotos con más aviones derribados
habían participado en otros teatros de guerra.
Marseille por el contrario
derribó todos sus aviones en suelo europeo o africano, dando lugar a
este record.
Pero la carrera de este genial piloto de caza terminó antes de finalizar
ese fatídico mes de septiembre de 1943. El día 30, no lo sorprendió
un as enemigo, ni un novato con suerte, sino un desafortunado accidente.
Una tubería de aceite de su
Bf-109 se rompió, rociando el parabrisas
y dejándolo a la deriva. Sin poder ver nada hacia afuera de la cabina,
advirtió que la temperatura del motor iba en aumento, y dio por perdido
su avión. Con lo justo, trató de acercarlo lo más posible
a su campo de aterrizaje, y luego se lanzó en paracaídas. Quiso
la mala suerte, tentada por su mal estado físico, que al lanzar se golpeara
con la deriva de su propio avión, muriendo aparentemente en el instante.
Aquella era su 482º misión de guerra: había derribado un
promedio aproximado de un avión cada tres misiones. Era su tercer ciclo
rotativo, que no pudo terminar. Sus camaradas lo echaron mucho de menos, y lo
recordaron siempre como un verdadero as del aire. Lo sepultaron allí
mismo en el desierto.