Los caminos de la fortuna fueron realmente muy extraños para la flota del Kaiser Guillermo II durante la Primera Guerra Mundial. Acosados por la Royal Navy, los que sobrevivieron al conflicto fueron internados en la base naval de Scapa Flow, hasta el año 1919. La guerra, si bien terminó técnicamente en 1918, continuaba latente hasta que no se firmara una serie de acuerdos de guerra formales, los cuales tardaron mucho tiempo en debatirse.
Mientras tanto, las tripulaciones vivían a bordo y, por diversas razones, comenzaron a creer que los ingleses se apoderarían de sus barcos, maniobra que ningún marino podría soportar. Los capitanes decidieron entonces hundir la flota completa antes de permitir su captura, inundando los buques a una orden coordinada para que no hubiera rendición posible.
Todo se llevó a la práctica a la perfección en la fecha planeada, llenando el fondo de la zona con numerosos buques en perfecto estado. Solamente unos pocos buques se salvaron.
Muchos años después, parte de esa flota logró llegar a la Luna de la mano de los proyectos Apollo estadounidenses. ¿Cómo sucedió esto? Los aparatos de medición espaciales necesitaban ser muy precisos para medir la radiación del espacio exterior. Para ellos se necesita acero muy puro; el problema es que para hacer acero se necesitan enormes cantidades de aire. Luego de 1945, las constantes explosiones nucleares de prueba habían llenado la atmósfera terrestre de todo tipo de sustancias radioactivas, las cuales contaminaban el acero producido. Ese acero daría lecturas erróneas al ser utilizado en los programas espaciales: la cantidad no es letal ni muy significativa a nivel humano, pero sí a nivel científico.
La solución fue reflotar parte de esta flota alemana, que estaba construida con el mejor acero de la época, y que al estar sumergida en el océano antes de 1945, no están contaminadas radioactivamente. De esta manera la flota del Kaiser Guillermo II ha logrado llegar a la Luna e incluso estar en la sonda Voyager, que ya ha salido hace tiempo del Sistema Solar.
Obviamente este tipo de maniobras no es algo normal, ya que generalmente los buques de guerra se hunden con su tripulación (o una parte de ella), lo cual los convierte automáticamente en tumbas que deben ser respetadas. En el caso de la flota perdida en Scapa Flow, la falta de muertos ha permitido hacer esto, más allá de las quejas del gobierno alemán. En otros casos donde se ha tratado de reflotar buques alemanes perdidos en la Segunda Guerra Mundial, todo termina cuando se menciona la cuestión de la tripulación que sigue estando allí sumergida.
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