La retirada alemana de Grecia, que tuvo lugar en septiembre de 1944, fue uno de los episodios más extraños de la Segunda Guerra Mundial, a niveles que rozaban lo ridículo.
La evacuación se llevó a cabo tras la caída del frente sur de Rusia y el pase de Rumania y Bulgaria al campo aliado. Estos países habían sido invadidos por la URSS y, al pasarse a la órbita soviética, comenzaron a responder a la misma.
Alemania no podía sostenerse más en la región griega, teniendo en cuenta además los ataques de los partisanos. Debían evacuar a su personal de la península, para impedir que fueran capturados y muertos por la encerrona soviética.
El problema era que las fuerzas en la región, si bien eran pocas para una defensa coordinada, eran también demasiado grandes para lograr una evacuación eficiente y ordenada. Apenas había algunos aviones y buques viejos. La retirada hubiera sido imposible de realizar (al menos sin gravísimas perdidas) de no haber mediado un acuerdo entre ingleses y alemanes, según cuenta el ministro alemán Speer en sus memorias.
Durante varios meses, los aliados se repartieron la geografía europea que nacería luego de la guerra, que ellos ya veían se ganaría en 1945. En ese momento, a los británicos les preocupaba mucho el súbito desmoronamiento del frente oriental, que permitía que la URSS se apoderara de una gran cantidad de países que luego quedarían bajo su influencia. Les interesaba mucho poner un tope a esa expansión, y entonces vieron la oportunidad de hacerlo en Grecia.
Bajo los términos del acuerdo secreto, los ingleses no atacaron a las unidades alemanas que evacuaban Grecia. Por su parte, los alemanes debían hacerse fuertes en el puerto de Salónica, defendiéndolo de los soviéticos hasta que llegaran las unidades inglesas que los vencerían.
La propuesta al parecer partió del ayudante de Hitler, Jodl. Speer dice por fin que el único comentario que hizo Hitler al final de la operación fue: "es la última vez que nos prestamos a una cosa así."
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