En 1940, el Alto Mando francés se encontraba en una situación altamente caótica. Los efectivos alemanes habían invadido gran parte del país y las retiradas se sucedían constantemente. Entre el cúmulo de órdenes y contraórdenes que se dictaban desde París, a veces muy lejos del lugar del conflicto, una en especial le ordenaba al general Henri Giraud, comandante del 7º ejército francés, que se hiciera cargo del comando del 9º ejército. Giraud partió con su Estado Mayor hacia la frontera franco-belga, en donde está luchando su nueva unidad.
Luego de dos horas de marcha, llegaron a la sede del comando; el general Giraud descendió de su vehículo y caminó unos pasos. No pudo creer lo que vió: frente a él, soldados alemanes hacían el saludo militar. Un oficial se adelantó, entrechocó los talones y saludó. Sin abandonar su posición de firme, le dijo:
-¡Es usted nuestro prisionero, señor general!
Con gran asombro, Giraud entró en la sede del comando. El oficial alemán le informó:
-Han tenido mala suerte. El anterior comando del 9º ejército abandonó la región hace media hora. Quince minutos después llegamos nosotros. Hubiera sido una falta de consideración no esperarlos...
Giraud se convirtió así, sin saberlo, en el primer general en ser capturado en ambas guerras mundiales. Sin embargo, dos años más tarde, el general se escapaba de sus captores, al igual que había hecho en la Gran Guerra, y pudo volver con los aliados para encabezar operaciones militares contra el Eje.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario