El comienzo de la Segunda Guerra Mundial estaba fechado para el 26 de agosto de 1939. Por supuesto que Adolf Hitler, el mayor responsable, no sabía que la invasión alemana de Polonia iba a desatar una guerra mundial, aunque tal vez lo intuía. De todas maneras, el verdadero comienzo de este evento tan destructivo estuvo rodeado de muchas extrañas situaciones que marcan varios inicios falsos del conflicto.
Hacia principios de 1939 Alemania había abandonado el tratado de no agresión con Polonia, y había comenzado una carrera diplomática para justificar lo injustificable. Hitler había señalado al 26 de agosto como el comienzo del ataque a Polonia. Hasta último momento había pedido demasiado a los diplomáticos británicos, sabiendo que estos y los polacos se negarían a sus reclamos.
Con las divisiones del ejército en marcha, Hitler recibió a las 6 de la tarde del 25 de agosto, dos noticias bastante nefastas. Primero fue una carta de Benito Mussolini, quien le advertía que Italia no podía entrar en guerra sino hasta 1942 (el mismo Hitler había marcado a sus oficiales superiores que la fecha de la guerra sería 1945, cuando su maquinaria bélica estuviera más madura, pero luego no cumplió su promesa; por su parte el Duce puso una excusa similar diciendo que su país no estaba listo todavía). La segunda noticia fue que Inglaterra y Polonia habían acordado firmar un acuerdo de asistencia mutua, lo que hacía imposible el deseo del Führer de que los ingleses no entraran en guerra con Alemania.
Con unas 60 divisiones avanzando hacia la frontera, Hitler dio la orden de detener todo, lo que fue cumplido con mucho esfuerzo por parte de sus oficiales. Sin embargo, al menos una unidad de comandos protagonizó un curioso evento. Enviados a tomar el paso de Jablunka, en un sitio muy escarpado de la frontera que albergaba una estación de radio y un destacamento polaco, aparentemente no recibieron la orden de radio.
La mañana del 26 de agosto, este destacamento de soldados a las órdenes del coronel Albrecht Herzner capturó la población y su estación de trenes. Como su misión era secreta y la orografía aparentemente muy mala, el grupo había salido varios días antes, para hacer coincidir su llegada con la planeada invasión. Las montañas pueden haber contribuido al hecho de que sus superiores no lograran contactarlos por radio. Lo cierto es que los comandos tomaron el destacamento, pero para el mediodía la esperada vanguardia alemana no había aparecido y los 2.000 prisioneros polacos seguían insistiendo en que nada sabían de la guerra entre ambos países. Finalmente, al coronel le llegó la orden de retirarse discretamente. Curiosamente, este asalto no volvió a repetirse el 1º de septiembre, sino recién el 2, y posiblemente tuvo una preparación diferente para no alertar a los ya prevenidos polacos.
Esto no fue más que una muestra de lo que vendría. Las operaciones de comandos para justificar el inicio de la guerra estuvieron a la orden del día pocos días más tarde. Hitler intentó nuevamente lograr concesiones irrealizables por parte de los polacos, fechando en el 1º de septiembre la invasión definitiva.
El día anterior, numerosos grupos de comandos de las SS crearon gran confusión en la frontera. Un hecho en particular sobresale al mostrar la desesperación de Hitler en crear excusas para la imposible agresión polaca.
El primero tuvo lugar a las 20 horas del 31 de agosto en Gleiwitz, una población alemana de la frontera. Alfred Naujocks, un oficial de la SS, dirigió a un pequeño grupo de soldados (aparentemente, 8 o 10, varios de los cuales eran convictos) vestidos con uniformes polacos, a tomar la estación de radio de dicho lugar. Los asaltantes llegaron al lugar y lo capturaron, ejecutando en el momento a un supuesto soldado alemán (en realidad era un prisionero adormecido con drogas y vestido como soldado). Una vez dentro de la estación, un soldado leyó al aire una declaración en polaco, diciendo que es momento de que Alemania y Polonia se enfrenten. Luego, los soldados de las SS hicieron algunos disparos (algunas fuentes dicen que ejecutando a los convictos, que ahora se hicieron pasar por soldados alemanes). Después de esto, huyeron con dirección a la frontera polaca. Los cuerpos quedaron tendidos y listos para ser usados como evidencia por las autoridades alemanas. Todo el poblado ha sido testigo de la agresión, y la noticia corre como reguero de pólvora.
A Naujocks la orden le había llegado el 10 de agosto, pero no fue el único que ejecutó órdenes similares. Estos comandos, aunque aparentaban ser polacos regresando a su lado de la frontera, una vez fuera de vista torcían su recorrido y volvían a bases alemanas.
Al día siguiente, Hitler tenía excusas suficientes como para declamar que esa noche tropas regulares polacas habían atacado Alemania, estipulando que a partir de las 05.45 de la madrugada se había iniciado la confrontación entre ambos países. Este anuncio se hizo a las 10 de la mañana en el Reichstag.
Se tiene por horario oficial de la Segunda Guerra Mundial esa hora, que fue en la cual se comenzó el cañoneo de posiciones polacas. Curiosamente el encargado de esto fue un viejo acorazado escuela de la Gran Guerra, que estaba amarrado en Danzig, el Schleswig-Holstein. Su objetivo eran polvorines polacos en la cima de una colina, a sólo 250 metros de sus bocas de fuego de 280 mm. En realidad, el acorazado aparentemente disparó a las 04.57 (hora local)
Sin embargo es un hecho poco conocido que, 21 minutos antes, una escuadrilla de aviones Stuka despegó de una base de Prusia Oriental. Su objetivo era un puente de hierro sobre el río Vístula, a 8 minutos de vuelo. Allí debían evitar que los polacos, que habían montado un sistema de demolición, lo destruyeran, y para eso debían cortar el alambre que iniciaría las detonaciones. Aunque tuvieron éxito en esta misión (que incluso se adelantó al horario oficial), de poco sirvió porque a las 6.30 los polacos pudieron dinamitar el puente.
Dos días más tarde, el 3 de septiembre de 1939, Inglaterra y Francia le declaraban oficialmente la guerra a Alemania, comenzando así la verdadera guerra mundial.
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