Aunque con personal entrenado y voluntarioso, muchas veces la Fuerza Aérea Argentina en las islas tenía problemas de abastecimiento, como todos los servicios involucrados. La existencia de una sola pista de aterrizaje de grandes dimensiones, que era utilizada por los aviones de transporte y frecuentemente bombardeada cuando las fuerzas inglesas estuvieron a tiro, creaba un cuello de botella muy importante.
Como consecuencia, muchas veces faltaban piezas de repuesto para las aeronaves. Frecuentemente un un vehículo tuvo que ser desmantelado para darle piezas a otro; en al menos una ocasión, un avión Pucará fue reparado utilizando trozos de un avión averiado, unidos por tuercas y pegamento universal. Aparentemente estos arreglos no influían notoriamente en la capacidad de las aeronaves, que seguían volando: cada vez que un avión era derribado o tenía un accidente se recuperaba todo lo que pudiera ser aprovechado.
Sin embargo, tal vez el colmo de la improvisación lo dieron las defensas antirradar. Los chaff (pequeñas tiras de papel aluminio lanzadas para confundir a los radares de los misiles) eran fabricadas, según declaraciones oficiales, en una máquina de hacer fideos especialmente calibrada para cortar el papel aluminio a diferentes anchuras, según la longitud de onda del radar a confundir.
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