viernes, abril 24, 2009

Oídos sordos

La historia de la invención del tanque de guerra o carro de combate está marcada por el exceso de tradicionalismo, que llevó a los militares a rechazar una y otra vez un concepto que luego demostraría poder revolucionar la guerra totalmente.

Durante 5 años, desde 1904 hasta 1909, un ingeniero inglés llamado David Roberts, empleado en un alto cargo de una empresa inglesa, trató de vender la idea de un tractor para remolcar piezas de artillería. Una parte del ejército inglés quería evaluar el proyecto, y hacia 1908 un oficial le dijo a Roberts que lo que tendría que diseñar era un vehículo con blindaje, capaz de llevar su propia arma montada, en lugar de remolcarla. Sin embargo, luego de cinco años de batallar contra la burocracia y la indecisión de los militares ingleses, el inventor dejó de lado todas esas ideas.

Luego fueron los austríacos los que pudieron llevar a cabo el concepto. Guenther Burstyn, un ingeniero de este país, diseñó un vehículo acorazado hacia 1911, inspirados en los tractores que comenzaban a surgir por esa época. Este vehículo ya incorporaba una torreta móvil. La movilidad la proporcionaban dos pares de ruedas montadas en estructuras como brazos articulados; un par adelante y otro atrás. El gobierno austríaco aceptó la idea... pero le pidió al mismo inventor que probara tener el dinero suficiente como para construir un prototipo. Como Burstyn no tenía el dinero ni los contactos suficientes como para pedir un préstamo, tuvo que abandonarlo. Más adelante se lo ofreció al gobierno alemán, pero con nuevos resultados adversos.

Casi al mismo tiempo, en 1912 un inventor civil australiano, Lancelot De Mole, presentó ante el Ministerio de Guerra Británico su última realización: un vehículo blindado, con ruedas oruga, que podía llevar soldados en su interior para protegerlos del fuego enemigo y permitirles moverse entre trincheras y alambradas. El Ministerio lo ignoró; más adelante comenzaron a diseñar algo similar ellos mismos, pero ni se dignaron escuchar las ideas del inventor.

De Mole hizo varias propuestas de diseño más, en 1914 y 1916, con la Gran Guerra ya en curso; en 1917 hizo su última presentación, en la cual presentó un modelo de 1/8 del tamaño real del diseño. Todo cayó en oódos sordos; nadie escuchó sus ideas, a pesar de que podrían haber sido útiles para el desarrollo ya en curso de los primeros tanques.

La respuesta a esta indiferencia llegó más tarde. El gobierno de Australia, luego de la guerra, se puso a investigar porqué las ideas de De Mole habían sido ignoradas de esta manera. Se le contestó que sus propuestas eran demasiadas avanzadas para la época. Una comisión de inventores premió a De Mole en 1919, reconociendo la brillantez de su diseño. Sin embargo, debido a la situación, solamente pudo darle como premio un pago de 987 libras esterlinas a De Mole, para afrontar sus gastos. En ese año, el inventor reconoció que fue presionado por algunos amigos para venderle el diseño a los alemanes, pero que él había declinado la oferta por razones patrióticas.

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