Durante gran parte de 1916, decenas de miles de soldados franceses murieron intentando reconquistar el fuerte de Douaumont, en Verdún, una importante posición estratégica. A comienzo de ese año, el mismo fuerte habia sido conquistado por un solitario sargento alemán, que entró en él y lo encontró prácticamente desierto.
Esta serie de fortificaciones había sido construida hacia 1885, cerca de la frontera con Alemania, al norte-este de Francia. Constantemente se lo reforzó, hasta las postrimerías de la Gran Guerra. Su posición estratégica provenía del hecho que dominaba las alturas de una zona montañosa.
Con un largo de 400 metros y unos 30.000 metros cuadrados, su guarnición tenía en el fuerte un gran refugio de la artillería enemiga, habiendo dos niveles subterráneos con techos de concreto reforzado por acero, de 12 metros de ancho. Podían también crear mucho daño en el enemigo, al hacer uso de las casamatas armadas con cañones de 75 mm y uno de 155 mm, además de las ametralladoras del perímetro.
Sin embargo, cambios apresurados de planes hicieron que a la guarnición se le ordenara bajar la guardia.
Al estallar la Gran Guerra, las tropas alemanas hicieron uso de los mayores cañones de la época, demoliendo en poco tiempo las fortalezas belgas que estaban en el camino. Estas fortalezas eran consideradas lo mejor de la época, en un momento en que la guerra se había hecho estática gracias a la política de armar y blindar los fuertes hasta los dientes.
Al demostrar en poco tiempo que nada se pondría en el camino de sus supercañones, los alemanes forzaron a los estrategas franceses a pensar de otra manera. En agosto de 1915, la gran guarnición de Douaumont fue reducida, y se quitó de las casamatas casi todo el armamento, a excepción de un cañón de 75 mm y el de 155 mm. De esta manera, se abandonaba un fuerte que, de pronto, parecía tener poco valor ante las armas alemanas.
En febrero de 1916, la guerra había consumido ya enormes cantidades de vidas. La ofensiva de Verdún, diseñada por los germanos, buscaba atraer a la Entente anglofrancesa a una batalla decisiva, una batalla de desgaste que ellos pensaban ganar.
Uno de los objetivos centrales de la ofensiva era justamente el fuerte de Douaumont. Sin embargo, el fuerte ahora era un lugar fantasma, ocupado por solo 30 hombres que apenas podían defenderse con dos cañones. Sin saber esto, los alemanes fueron precavidos en su avance. Douaumont era un objetivo difícil de capturar, comparable a los fuertes belgas más resistentes.
El 25 de febrero de 1916, parte del 24º Regimiento Brandenburgo, de la 6º división alemana, se acercó al fuerte y comenzó a desplegarse. El enemigo estaba atrincherado en los niveles más bajos del complejo, ya que por muchas horas había habido un gran bombardeo de artillería. Uno o más disparos de los morteros alemanes de 420 mm en la zona había dejado fuera de servicio la torre del cañón de 75 mm, golpeando también otras partes del fuerte.
Sin comunicación con sus superiores y sin contacto con el mundo exterior, los franceses no sabían qué esperar. Los únicos que podían hacer algo para repeler el ataque eran los servidores del único cañón de 155mm, que seguía en funcionamiento. Para colmo, el clima dificultaba la visibilidad. Diez ingenieros de combate que se acercaron al fuerte fueron vistos por los nidos de ametralladoras dispuestos cerca del pueblo de Douaumont, pero éstos los confundieron con una patrulla de tropas coloniales que buscaba refugio y no abrieron fuego.
Al frente de este grupo de ingenieros estaba el Sargento Ingeniero Kunze. Con mucha cautela recorrieron los alrededores y descubrieron que las posiciones defensivas estaban vacías. Kunze incluso se animó a abrir una de las escotillas que comunicaban al fuerte con el exterior, e ingresó por ella al complejo. Sus hombres pensaban que era imposible que una posición tan importane estuviera totalmente vacía, así que no lo acompañaron, pensando que se trataba de una emboscada.
De esta manera, el sargento ingresó solo a uno de los fuertes más importantes de Francia. Por un buen rato recorrió el fuerte, confirmando sus sospechas de que estaba vacío. Finalmente encontró al equipo encargado de manejar el cañón de 155 mm, a quien Kunze capturó, solamente armado con su fusil.
Para ese momento, otro grupo del Regimiento Brandenburgo llegó al fuerte. Estos soldados, liderados por el Teniente Radtke, hicieron contacto con los hombres de Kunze al ingresar al complejo defensivo. Radtke, como era de mayor graduación, tomó el mando y organizó a las tropas para que revisaran toda la zona, capturando algunos soldados franceses en el proceso, y asegurando el dominio del lugar. Cuando todo había terminado, arribó el grueso de las tropas alemanas, dos columnas encabezados por el Capitán Haupt y por el Teniente Coronel von Brandis.
El fuerte de Douaumont había sido capturado sin disparar un sólo tiro. La única baja alemana fue uno de los hombres de Kunze, quien se raspó una rodilla.
De esta manera, uno de los principales puntos defensivos franceses quedó en manos alemanas. Esto provocó un terrible escándalo en las esferas civiles, que justificó por mucho tiempo las airadas protestas contra la incompetencia de las clases militares. En suma, fue un enorme golpe al orgullo francés.
Mientras tanto, los alemanes lo convirtieron en una base de retaguardia para facilitar la logística de las tropas en la zona.
Por cuestiones políticas y militares, el fuerte tenía que ser recapturado, y los franceses se abocaron rápidamente a ello. Los alemanes aprendieron el obvio error y mantuvieron una férrea defensa. Desde mayo de 1916, las tropas francesas fueron repelidas una y otra vez, sufriendo grandes bajas. La zona, constantemente cruzada por disparos de artillería de ambas partes, fue una postal más de la Gran Guerra.
La mala suerte, sin embargo, corrió ahora para el lado opuesto. El 8 de mayo, un grupo de soldados bávaros se puso a preparar café demasiado cerca de un grupo de granadas. Estas estallaron, rompiendo los tanques de combustible de algunos lanzallamas cercanos, los cuales provocaron bolas de fuego aterradoras que corrieron por los pasillos subterráneos del complejo, llegando finalmente a un depósito de proyectiles de artillería de 155 mm. El interior del fuerte se convirtió en un infierno, al ir estallando o incendiándose otros materiales y consumirse el oxígeno en los túneles subterráneos. Cientos de soldados alemanes murieron casi instantáneamente, incluyendo a los oficiales a cargo del complejo. Totalmente desorientados, unos pocos sobrevivientes salieron como pudieron al aire libre, en donde sus propias tropas, al confundirlos con un ataque de infantería francesa, los ametrallaron.
Aunque no se sabe la cifra exacta, se calcula que entre 600 y 650 hombres (según las fuentes) murieron en una sola sección del fuerte, la cual, por respeto, fue sellada y es considerada oficialmente, desde entonces, un cementerio militar alemán.
Incluso después de esto, el fuerte soportó varios meses más. Fue recapturado para Francia el 24 de octubre de 1916, por parte del Regimiento de Infantería Colonial de Marruecos, una vez que los alemanes lo abandonaron en la retirada. Irónicamente, los franceses le habían administrado el tratamiento artillero que una vez habían temido recibir por parte alemana: piezas de 370 y 400 mm montadas en cureñas ferroviarias lo habían bombardeada a larga distancia durante días.
Un alto mando francés calculó que se perdieron unas 100.000 vidas en los muchos intentos de captura del fuerte, en una de las épocas más sangrientas de la Gran Guerra.
Sin embargo, la curiosa historia no termina allí. A la hora de premiar a los responsables de una captura tan perfecta, las autoridades alemanas se olvidaron totalmente de Kunze. En su lugar, el Teniente Coronel von Brandis fue condecorado con la Órden al Mérito. Como oficial de más alto rango presente en la operación, había sido el autor del reporte oficial de la captura, y no sorprendería a nadie que haya adornado su participación en el evento, que fue más bien anecdótica. De hecho, en el informe ni siquiera aparecen mencionados Radtke o Kunze. También fue condecorado el Capitán Haupt, igualmente con la Órden al Mérito, a pesar de que no había hecho nada especial.
Los dos mayores héroes del día tuvieron que esperar hasta la década de 1930 para ser debidamente recompensados. Historiadores de un comité de revisión alemán encontraron la verdad, y el gobierno corrigió los errores. Kunze, quien para la época era oficial de policía, fue ascendido, mientras que el Teniente Radtke recibió un retrato autografiado de Guillermo, el último príncipe heredero del Imperio Alemán, quien desde hacía tiempo no tenía ningún peso en la política del país. No hay que olvidar que, después de todo, el coraje de conquistar un fuerte por cuenta propia le corresponde a Kunze.
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