El submarino fue introducido en la Marina Real de Inglaterra casi con la misma oposición con la que se introdujo el tanque al ejército. Los tradicionalistas buscaban cualquier excusa para negar los beneficios de esta nueva arma, apegándose a creencias totalmente erróneas. Y si eso no funcionaba, los insultos también se usaban.
Se dijo entonces del submarino que era un arma de poco poder, "clandestina, submarina y endemoniadamente no-inglesa". Se decía que era escandaloso usar un arma que atacaba en silencio, sin dar una oportunidad al enemigo de defenderse. Ser un tripulante de submarino se veía como una profesión no propia de un caballero.
Como sucedió en muchas otras ocasiones, estos militares desclasados y rechazados crearon una comunidad cerrada, orgullosos de ser relegados y de hacer el trabajo sucio de los demás. Surgieron varias tradiciones. Curiosamente, con el tiempo se puso de moda volver a puerto ondeando una bandera pirata, como símbolo de desafío irónico a los que los atacaban por ser poco caballerosos.
Muchos años más tarde, esta maniobra fue malinterpretada por la prensa internacional cuando el Conqueror, submarino que hundió al crucero argentino Belgrano, regresó a Inglaterra.
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