jueves, diciembre 31, 2009

De Hitler, nada de nada

Por décadas, muchos especularon con que Hitler había tenido un final diferente del que contaba la historia oficial. Según numerosos testigos presenciales, tanto él como su amante se habían suicidado, y él había dado órdenes previas de que su cuerpo fuera totalmente destruido para evitar que fuera capturado por los soviéticos. En su memoria estaba fresco el brutal maltrato que el cadáver de su colega Mussollini y el de su amante habían recibido en Italia, después de ser muertos en la horca.

Siguiendo sus órdenes, los dos cuerpos fueron cremados improvisadamente en una fosa rellenada con combustible, mientras las últimas bombas soviéticas daban fin a la guerra. El lugar, a pocos pasos de su bunker personal, fue luego rellenado con tierra. Igual suerte corrió su ministro de propaganda Goebbels, su esposa y sus hijos, asesinados por la pareja en una de las últimas tragedias de la guerra.

Al llegar las tropas soviéticas a Berlín, muchas acontecimientos quedaron en el secreto absoluto, o en uno borroso. Se manejaron numerosas hipótesis que decían que Hitler no había muerto y había escapado, con o sin la connivencia aliada, a Argentina o a Suiza. Todas estas teorías de conspiración tenían poco sustento, y estaban basadas en testigos poco confiables, suposiciones sobre textos ambiguos o cualquier otra cosa: el asunto central era que el cuerpo de Hitler nunca había aparecido. Los testimonios de la secretaria de Hitler (sobre los cuales se hizo un documental y se basó la célebre película La caída, que relata los últimos días de la Alemania Nazi) y de muchas otras personas eran sólidos, pero la realidad era que difícilmente todo el cuerpo del dictador podría haber desaparecido de esa manera.

Después de muchos años de especulación, y con la caída del régimen soviético, lentamente comenzaron a aparecer datos y rumores. Hacia finales de 2002, el Servicio Federal de Seguridad (FSB, heredero de la KGB soviética) colaboró en la realización de un documental en el que se seguían los últimos rastros del dictador. En este documental, se mostraban documentos que marcaban que en sus archivos existían partes del cráneo de Hitler, incluyendo parte de la mandíbula. Comparando los documentos alemanes y los soviéticos y examinando estos fragmentos óseos, un experto forense pudo asegurar con gran certeza que debían corresponder a Hitler. Como el dictador no tuvo descendencia y muchos de sus parientes habían muerto o se habían cambiado el nombre, no había material genético que comparar, de manera que el FSB restringió su colaboración a mostrar los documentos y los huesos.

Todo quedó así por unos años, hasta que en los primeros días de diciembre de 2009, Rusia finalmente reveló que las autoridades soviéticas habían ordenado destruir totalmente los restos de Hitler y de las personas que lo acompañaron a la tumba aquél día de 1945.

Como en muchas de las historias relacionadas con esta guerra, todo tuvo lugar de manera misteriosa y retorcida. Según los registros soviéticos, el 5 de mayo de 1945 agentes del contraespionaje comunista encontraron la fosa donde yacían los restos de los jerarcas nazis y sus familias. El 16 de junio de ese año, después de una rápida e intensiva investigación, se le presentó a Josef Stalin un informe que incluía datos sobre todo lo encontrado, la certificación de la muerte de Hitler junto con los testimonios recopilados a los testigos capturados y los análisis de los restos. Nada de esto se hizo público.

Como en 2002, todo indica que los cadáveres fueron identificados por sus registros dentales, la única manera que existía en esa época. Para garantizar la autenticidad de todo el asunto, las piezas usadas en la identificación forense fueron enviadas al organismo de espionaje precursor de la KGB, y pasó a formar parte de sus archivos. Un fragmento de su cráneo se guardó en otro archivo estatal. Ambos fragmentos todavía están guardados en estos lugares.

Tal como no quería el dictador alemán, lo que quedaba de su cuerpo siguió en posesión de los rojos. Los demás restos fueron enterrados provisionalmente en un bosque cerca de la ciudad germana de Rathenow, más o menos en la fecha en la que Stalin recibió el informe mencionado. Estos restos permanecieron allí, ocultos en una fosa común, hasta el 21 de febrero de 1946. En esa fecha, quizás para evitar que fueran descubiertos, se los trasladó a un lugar secreto de una base militar dentro del sector soviético de Alemania: el número 36 de la calle Westendstrasse, en la ciudad de Magdeburgo.

Los restos descansaron entonces, pero sólo hasta 1970. El 13 de marzo de ese año, el jefe de la KGB, Yuri Andropov, pidió permiso a sus superiores para destruirlos totalmente. Nuevamente, la idea era evitar que el lugar pudiera ser saqueado o se convirtiera en un sitio de peregrinación y adoración al sangriento líder, por parte de simpatizantes neonazis.

El pedido fue autorizado, llevándose a cabo en el mismo día la exhumación y la destrucción de los restos, el 4 de abril de 1970. En un descampado cerca de Schönebeck, a 11 kilómetros de Magdeburgo, sin ninguna ceremonia ni nada especial, se armó una gran fogata, a la cual fueron arrojados los restos del líder del Tercer Reich y sus compañeros de tumba. Según los informes, se alimentó la fogata hasta que sólo quedaron cenizas, y luego estas fueron arrojadas al río Biederitz. Sólo entonces, irónicamente, el pedido de Hitler se concretó, pero a cargo de sus enemigos.

Aunque las citadas piezas del cuerpo de Hitler siguen estando en archivos rusos, muchas otras cosas relacionadas a su muerte han desaparecido o están a punto de desaparecer. Un ejemplo es el bunker en donde pasó sus últimos días y se suicidó: actualmente está sepultado debajo de un estacionamiento de una tienda como cualquier otra, y muchos berlineses ni siquiera conocen el dato. Muchos otros edificios importantes que fueron frecuentados o construidos por órdenes de Hitler han sido ya destruidos por los soviéticos o por los alemanes, y muchos otros permanecen sepultados accidentalmente o por otras causas.

viernes, diciembre 25, 2009

Copiar y pegar

Durante la Segunda Guerra Mundial, tres bombarderos B-29 estadounidenses hicieron aterrizajes de emergencia (por separado) en territorio soviético, después de bombardear Japón. Estos incidentes aislados tuvieron una serie de largas y curiosas consecuencias.

Muchas veces la URSS había pedido a EEUU que le vendiera este avión mediante el sistema de Préstamo y Arriendo. Estos bombarderos cuatrimotores eran una de las piezas más importantes del arsenal estadounidense gracias a su enorme alcance y gran carga de bombas. Solamente EEUU e Inglaterra tenían aviones comparables, y los B-29 eran los mejores en lo que hacían. La URSS no podía bombardear Alemania con sus aviones bimotores, y todo país en guerra deseaba tener bombarderos estratégicos de ese tipo: casi todos habín fallado en el diseño de los mismos. EEUU no respondió a los pedidos, ya que querían conservar la exclusividad del arma y no podrían controlar su uso después de dársela a los soviéticos. Aunque aliados, no eran naciones precisamente amigas.

No sorprende entonces que la URSS se negara a devolver los aviones que llegaron a su territorio. EEUU los solicitó numerosas veces; ambos países eran aliados, pero la URSS tenía un trato de no agresión con Japón, de manera que se negaba a hacerlo ya que estas armas serían usadas de nuevo contra este país y eso podría interpretarse como una rotura del tratado.

Stalin, en realidad, tenía otra idea en mente. Ordenó a la oficina de diseños Tupolev que copiara el avión mediante ingeniería inversa, lo cual derivó en la creación del Tupolev Tu-4, prácticamente idéntico al avión occidental.

En 1947, durante una celebración militar, EEUU comprendió lo que había sucedido. Tres Tu-4 aparecieron en el cielo, siendo confundidos con los B-29 capturados; cuando apareció el cuarto Tu-4, se hizo evidente que la URSS había copiado su mejor diseño, y que poseía entonces la capacidad de bombardeo estratégico. Ese mismo año la URSS detonó su primera bomba atómica; ambos eventos dieron inicio a la carrera armamentística que luego se desataría en todo el mundo.

domingo, diciembre 20, 2009

Guerra mundial, en todo el sentido

La Segunda Guerra Mundial lo fue en todo sentido, lo solamente porque tuvo lugar en todos los continentes, sino porque los que pelearon en ella provenían de todas partes, incluso de países que no estaban en guerra o participaban de diversos bandos.

Un ejemplo lo podemos ver en el XV Grupo de Ejército Aliado que operó en Italia; Segun su Alto Mando, "era una Babel". Y no era para menos: tal vez haya sido el frente con soldados de más nacionalidades y etnias de todas las guerras, modernas y antiguas. Esto planteaba, inevitablemente, frecuentes y problemáticas dificultades en la logística: traductores, comida, aprovisionamiento, organización, etc. Entre sus efectivos se encontraban:
  • estadounidenses, algunos descendientes de inmigrantes italianos y japoneses (llamados nisei, agrupados en una formación especial ya que se temía por su actuación a causa de su origen; su envío a Italia era justamente para evitar que lucharan en el Pacífico);
  • franceses, que luego pasaron a la lucha en su misma patria;
  • brasileros, pertenecientes a la 1º división de la Fuerza Expedicionaria Brasilera. El general Clark comenta que "nos había resultado extraordinariamente difícil encontrar intérpretes de habla portuguesa para los tanquistas que debían apoyar a unidades brasileras en acción";
  • efectivos de las Islas Británicas, entre ellos batallones escoceses, irlandeses (que pidieron, el día de San Patricio, que un avión especial les trajera de su patria una comida tradicional) y británicos;
  • italianos pertenecientes a pelotones de partisanos o del ejército regular, ya que a partir de 1943 Italia estaba de parte de los Aliados;
  • griegos;
  • canadienses pertenecientes a toda la geografía de dicho país, algunos hablando inglés y otros francés;
  • sudafricanos, tanto de origen occidental como nativos, representados entre otros por los "Springboks" del Mariscal Smuts, el Batallón de Servicios Especiales de la 6º División Blindada Sudamericana que dejaron sus tanques y combatieron a pie;
  • polacos pertenecientes al 2º Cuerpo Polaco, con parientes en EEUU y que se hicieron famosos al conquistar las alturas de Monte Cassino (entre los cuales se encontraba un oso que era su mascota y combatía con ellos, lo cual da lugara una historia más larga);
  • judíos de Palestina;
  • marroquíes y argelinos de las colonias francesas, que aunque lucharon con gran valor e ingenio, trajeron no pocos problemas de logística;
  • neozelandeces;
  • indios de multitud de etnias reclutadas por los británicos en esa colonia, incluyendo sikhs, maharattas, madrasis, jats, rapjuts, punjabíes, pathanes, baluchis y gurkhas de Nepal; sus religiones y alimentación trajeron no pocos problemas. Los hindúes no podían comer carne de vaca, que consideran sagrada, y los de fe musulmana no podían comer carne de cerdo. A causa de esto, el Octavo Ejército Británico tenía que llevar un rebaño de cabras detrás suyo para alimentarlos a todos por igual.
Por otra parte, había en servicio numerosos cuerpos femeninos de enfermeras y auxiliares, con mujeres estadounidenses, inglesas, sudafricanas y canadienses. Los hospitales tenían que tener multitud de intérpretes y ser capaces de abastecer de alimentos, ropa, medicamentos y demás sin romper ninguna regla cultural. "Hubo un gran revuelo cuando los enfermos árabes franceses se negaron a usar pijamas, usando los pantalones como turbantes", recuerda Clark.

En el otro extremo, los países del Eje tampoco quedaron a la saga. El ejército de la Alemania nazi, presunto representante de la superioridad de la raza aria, se convirtió a lo largo de la guerra en una torre de Babel, al igual que pasó con los Aliados. La necesidad extrema de mano de obra y de soldados los llevó a aceptar en sus filas a soldados capturados, rusos que detestaban el comunismo, y otras nacionalidades que querían luchar en sus filas por muchos y diversos motivos. Combatieron del lado alemán franceses, croatas, rusos, letones, lituanos, tártaros, norteafricanos, turcomanos, chechenos, e incluso se dice que indios (probablemente capturados de divisiones inglesas en la India, aunque su número fue muy escaso).

Incluso las máximas representantes de los ideales nacionalsocialistas, las SS, admitieron en sus filas a belgas, daneses, holandeses, noruegos, españoles, franceses... y a auxiliares del este de Europa. Esto hizo que, curiosamente, hubiera franceses defendiendo Berlín en la última batalla.

jueves, diciembre 17, 2009

Recompensa helada

Durante la Segunda Guerra Mundial, los pilotos estadounidenses de bombarderos B-29 ponían latas de mezclas de helado en los compartimientos del artillero de popa. Las bajas temperaturas que sufrían a causa de la altura del vuelo, y las constantes vibraciones, hacían un buen helado, que las tripulaciones disfrutaban al volver exitosamente de la misión.

martes, diciembre 15, 2009

Kokura, la ciudad más afortunada

Esta ciudad japonesa bien merece este título. En un primer momento, fue el blanco secundario del Enola Gay, el avión que arrojó la primera bomba nuclear. Como las condiciones climáticas sobre el blanco principal, Hiroshima, eran buenas, este artefacto fue lanzado allí.

Días más tarde, Kokura quedó primera en la lista de prioridades. Japón seguía sin rendirse y las autoridades militares de EEUU necesitaban una ciudad que no hubiera sido ya bombardeada, para poder estudiar los efectos que tenía ese tipo de bombas sobre un blanco civil. Kokura fue puesta entonces como el blanco primario de la segunda bomba atómica.

En la mañana del bombardeo (9 de agosto de 1945), sin embargo, las condiciones sobre la ciudad eran malas. Un ataque con bombas incendiarias sobre la vecina ciudad de Yahata había llenado de humo la zona. El comandante del avión tenía órdenes de lanzar la bomba sobre Kokura sólo si podía verla; como el humo y las nubes lo impidieron, siguieron de largo hacia Nagasaki, el objetivo secundario, donde finalmente la lanzaron.

jueves, diciembre 10, 2009

Rezar y remar

Durante el ataque japonés a Pearl Habor, un capellán de la US Navy se encontró en un predicamento que resolvió rápidamente. Ejercitando una profesión que puede parecer contradictoria, el sacerdote se estaba preparando para una misa al aire libre (el ataque fue el día domingo 7 de diciembre, temprano a la mañana) cuando vio aproximarse a las aviones japoneses.

Ni lento ni perezoso, corrió hasta una ametralladora cercana, la arrastró por su cuenta, la montó sobre el altar y ametralló a los aviones cuando pasaron sobre él. Su pequeña gesta fue inmortalizada más tarde en una canción popular, que se llama "Alabad al Señor y Pasad la Munición" [creo que en el original en inglés es Praise the Lord and pass the ammo.]

martes, diciembre 08, 2009

De algo hay que vivir

El hambre fue una constante en muchas eventos de la Segunda Guerra Mundial: el asedio de Leningrado, las marchas kilométricas por las selvas de Birmania, y un largo y lamentable etc. Lo curioso es el sentido del humor: luego de la caída de Rangun en abril de 1942 las tropas del general Stilwell parecían estar contentos al haber descubierto una nueva vitamina, la G. Era el nombre irónico con el que llamaban a los gorgojos que estaban en sus galletas, ya pasadas.

domingo, diciembre 06, 2009

Curiosa condecoración

Minoru Genda, general japonés que ayudó a planear el devastador ataque japonés a Pearl Harbor, recibió la condecoración de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos en 1959. Esto ocurrió cuando Genda estaba al frente de la nueva fuerza aérea japonesa, y después de haber probado el Starfighter F-104 de la Lockheed en California. Su recomendación fue un factor importante para que Japón comprara los aviones.

martes, diciembre 01, 2009

Recomendación materna

La madre de Douglas MacArthur, conocido estratega estadounidense en la Segunda Guerra Mundial, tenía por costumbre enviar cartas adulatorias a los superiores de su hijo, sugiriendo que tal vez era tiempo de que su hijo fuera ascendido a general.

viernes, noviembre 27, 2009

Solución desagradable para un problema desagradable

Durante la campaña del desierto contra Rommel, en el norte de África, los británicos y australianos combatieron juntos contra los alemanes. Sin embargo mientras los ingleses tenían los pies llenos de ampollas a causa de las condiciones climáticas, cojeando a causa del dolor, los australianos parecían completamente sanos. Un oficial médico que se interesó en el tema encontró la respuesta un día que vio a un grupo de australianos chapoteando en un charco. Este era el tratamiento milagroso: metían los pies en un agujero con... orina, que al parecer les fortalecía los pies.

miércoles, noviembre 25, 2009

Simplicidad, ante todo

Los soviéticos se destacaron en la Segunda Guerra Mundial por su pragmatismo y practicidad a la hora de fabricar armas de todo tipo. Las palabras de un oficial del cuerpo escandinavo del III Cuerpo Panzer de las SS, compuestos por voluntarios, ilustran genialmente esta tendencia. El Cuerpo estaba sitiando Leningrado, y el generador de electricidad instalado cerca del cuartel estaba dañado. Se solicitó así a una unidad especializada para repararla y conseguir electricidad.

"El jefe del batallón llegó con algunos de sus técnicos, pero cuando vieron la máquina de vapor tan deteriorada, y más vieja que la máquina de Fulton, no hicieron más que sacudir la cabeza. Debido a que su arreglo parecía imposible a los técnicos alemanes, se intentó probar de otra manera. Entre los prisioneros rusos tomados por el regimiento "Dinamarca" se encontraba un grupo de técnicos, electricistas, mecánicos, etc. El regimiento, con mucho gusto, le prestó al comando de la agrupación a una media docena de estos hombres. Después de una semana de trabajo, la usina funcionó irreprochablemente y produjo la luz que tanto se necesitaba. Con medios primitivos: troncos y cuerdas, repararon la máquina e hicieron contacto con el dínamo. La usina hacía un ruido espantoso, pero funcionó."

"Este ejemplo, como muchos otros, mostraba como los rusos, con elementos primitivos, podían manejar cosas que una técnica superior tenía que desistir de hacerlo. Los técnicos rusos han gozado de un tecnicismo intuitivo, que perdieron los hombres con una instrucción superior."

"Lo mismo se presentaba con toda la técnica rusa. Una vez, inspeccionando un avión ruso derribado por el fuego alemán, observamos que el aparato era muy primitivo; tenía lo estrictamente necesario para volar y carecía de la multitud de instrumentos que llenaban el tablero de los aviones alemanes. Preguntamos al aviador ruso: "¿Cómo es posible volar con estos medios tan arcaicos?". El piloto contestó: Nosotros calculamos que un avión ruso vuela, término medio, siete veces antes de ser derribado o destruido... ¿Para qué gastar tanto dinero por siete vuelos? ¿No es preferible construir el doble de aparatos primitivos que la mitad de aparatos perfectos?"

viernes, noviembre 20, 2009

Disciplina y moral

Luego de la batalla de Kaserine en África, el II Cuerpo de Ejército de EEUU estaba muy desmoralizado a causa de los graves golpes que había sufrido a manos de las fuerzas de Rommel. Eisenhower resolvió, para reparar esto, la designación del general Patton como nuevo comandante.

La decisión no podría haber sido más acertada. Con una personalidad avasalladora, un carácter firme y decisido y algo excéntrico, era justo lo necesario. El general Bradley comenta en sus Memorias como Patton llegó a su puesto de comando, entre sirenas y la marcha de decenas de vehículos: "en el coche que marchaba a la cabeza, Patton viajaba de pie, como el conductor de una cuádriga. Miraba ceñudamente hacia el viento y su mandíbula presionaba contra el barbijo de malla de un casco con dos estrellas. Dos estrellas de plata, de tamaño excesivo sobre una chapa roja, señalaban su auto de comando." El ego de Patton era otra de sus características.

Pronto encontró el elemento que necesitaba para elevar la moral de su tropa. Durante varios meses de combate, los soldados estadounidenses se habían acostumbrado, como el recluta inglés, a un uniforme desaliñeado, propio del ambiente caluroso y polvoriento. No usaban el casco, sino solamente la gorra de lana que debían llevar debajo.

Patton ordenó un cambio radical. Hizo obligatorio el uso de casco, polainas y corbatas en todo momento, tal como lo marcaba el reglamento, el cual se ejecutaba hasta la última coma. Las multas por no cumplir eran de 25 dólares para soldados y de 50 para oficiales.

El reinado del "escupa y saque brillo" que instauró el general Patton logró justamente su objetivo: soldados más disciplinados, orgullosos y seguros de sí mismos.

domingo, noviembre 15, 2009

¡No me asciendan!

El sargento Richard Dudley era encargado del Casino de Oficiales en la campaña de Francia durante la Segunda Guerra Mundial, bajo el comando del general Bradley. Como cualquier otro establecimiento similar, se encargaba de darle a los oficiales un poco de esparcimiento y un nivel de vida algo más elevado que el del soldado raso. Pero pronto estos comenzaron a quejarse, ya que el contraste era demasiado grande: en las mesas del casino se apilaban vinos de viejas cosechas, jabalíes trufados y los manjares más exquisitos servidos con toda elegancia. Bradley le sugirió cuidadosamente un día:

-Sargento Dudley, espero que no lo tome a mal, pero me parece que tantas comodidades en el frente son discutibles.

-¡Mi general! -le contestó el pelirrojo oficial- Usted haga la guerra y yo me ocuparé de su standard de vida.

Bradley decidió dejar todo como estaba para evitar mayores problemas. Pero el problema no era solamente la superabundancia y el refinamiento del casino, sino también los rumores que llamaban a Dudley "el pirata rojo", a causa de los métodos particulares que se decía empleaba para conseguir esos productos.

Bradley intentó además ascender varias veces al sargento, pero éste siempre se negó, sin exponer nunca las causas de esta decisión. Solamente en los finales de la guerra aceptó ser promovido a oficial, y luego de la guerra, al interrogarle Bradley acerca de eso, Dudley respondió.

-Teniente, ¿por qué esa negativa constante a que lo ascendiéramos? ¿No cree usted que era un exceso de humildad? ¿Se menospreciaba usted?

-No general, pero el ascenso podría haberme hecho perder el puesto que tenía, y créame que en el Casino podía conseguir muchas cosas aparte de estar lejos de las balas...

martes, noviembre 10, 2009

Confianza en el general

El general Clark era conocido como un oficial justo, que mantenía un estrecho contacto con sus tropas y de carácter muy amable. En una ocación, en una revisión de las líneas más adelantadas del frente, se detuvo a conversar con un pequeño soldado que estaba acurrucado en una trinchera. Al despedirse, se dio cuenta de que el hombre no usaba botas reglamentarias, sino una alpargatas de caucho. Lo interrogó sobre esto, y el soldado le explicó que tenía botas, pero estaban muy gastadas y que su número era muy pequeño. Le resultaba muy difícil encontrar botas nuevas de este tamaño.

Sin dudarlo, Clark prometió:

-Le mandaré un par de botas, si es que hay de ese número en el teatro del Mediterráneo.

Luego el general descubrió que el soldado, de apellido Gebhart, tenía razón: de cada 100.000 botas, solamente 67 correspondían al número 7A que calzaba. Sin embargo, se acordó de su promesa y se ocupó personalmente de buscar el par de botas. Incluso las envió al frente utilizando su propio avión. Su ayudante buscó al soldado Gebhart y se lo entregó personalmente:

-El general Clark le manda estas botas -le anunció.

-Gracias -dijo sencillamente, sin demostrar sorpresa ni cambiar de expresión.

-¿No está sorprendido? -se animó a preguntar el capitán Thrasher, ayudante de Clark.

-No -le respondió el soldado-. Me dijo que me los mandaría.

La anécdota fue para Clark una de los más preciosos recuerdos de la guerra, y sirve para mostrar como, para este hombre, incluso el más pequeño de sus subordinados era importante.

jueves, noviembre 05, 2009

Algunos generales también lo hacen

Probablemente el único general que mató personalmente a un soldado enemigo en la Segunda Guerra Mundial fue el general inglés R. E. Urquhart, durante una emboscada enemiga en la arriesgada ofensiva de Arnhem, Holanda, en 1944.

miércoles, noviembre 04, 2009

Nuevo sitio: Cuadernos de la guerra

Desde hace tiempo, ciertos contenidos de Casus Belli estaban quedando fuera de lugar. Tenían que ver más con la historia en general que con el enfoque tecnológico, el cual era lo central de este sitio. Pero como soy un aficionado a la historia en general, y la Segunda Guerra Mundial es, desde niño, casi un campo de juego e investigación, me pareció irresistible una nueva idea: un sitio en donde desarrollar las anécdotas de este período, además de incorporar biografías, análisis de batallas, datos curiosos y un largo etc.

Es por eso que decidí crear Cuadernos de la Guerra. Un sitio independiente de Casus Belli. Un lugar con un diseño diferente y reglas diferentes, para el disfrute de los muchos que gustan de bucear en esos años tan turbulentos. Allí he desplazado parte del contenido de Casus Belli que continuaba estando fuera de lugar, pero esto es sólo una primera etapa: pronto comenzaré a crear material nuevo (algo de eso hay en esta primera etapa, también).

Espero que les guste y lo disfruten. Visítenlo y déjenme sus comentarios.

lunes, noviembre 02, 2009

Mala decisión

Uno de las operaciones más desastrosas que llevaron a cabo los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, el desembarco de Dieppe, fue decidido ¡por un subteniente! Luego de decenas de reuniones secretas, los altos mandos de todas las fuerzas de tierra, aire y mar se reunieron nuevamente a dar el OK definitivo a la operación, el primer desembarco a gran escala de la guerra. Sin embargo, al no ponerse de acuerdo, dejaron el manos del subteniente Ronald Bell la decisión. Siendo un oficial meteorólogo, Bell solamente pudo decir: "En mi opinión, el buen tiempo reinará en la zona del Canal".

Sus superiores tomaron eso como una buena señal y dieron el visto bueno a la operación. Lamentablemente para la causa aliada, el subteniente se equivocó. Pero peor que el clima fue el resultado de las operaciones militares, que fueron desastrosas. Costaron valiosos hombres y material a los aliados en un desembarco inútil que tuvo que ser abortado.

viernes, octubre 30, 2009

Obediencia a toda prueba

El teniente japonés Hiroo Onoda es el ejemplo extremo de la obediencia militar. En 1944, mientras actuaba en la isla filipina de Lubang, su comandante le ordenó mantenerse en su puesto "aún cuando la unidad a su mando fuera destruida". Onoda acató la orden por 29 años; cuando en 1975 se rindió portaba todavía su viejo fusil y pretendía seguir peleando si era necesario. Había cumplido 52 años y continuaba oculto en los bosques de la isla. Ignoraba completamente que la guerra había terminado; al momento de su captura, declaró: "no me entregué antes porque no había recibido la orden de hacerlo".

Este sin embargo no fue el único caso de soldados japoneses que se negaron a rendirse. Como el Emperador Japonés transmitió la rendición por radio, y nunca nadie había escuchado su voz, muchos efectivos a su mando creyeron que era una treta del enemigo, y se resistieron a pensar que su líder, que tenía rango de divinidad, se rendiría de esa manera. Los que estaban más cerca del frente eventualmente comprendieron la realidad, pero ciertas unidades muy diezmadas no escucharon la transmición o no la creyeron. Sin contacto con otros, por muchos años existieron soldados japoneses "perdidos" en las selvas de Filipinas u otros lugares similares. Estos soldados tuvieron que ser convencidos por funcionarios filipinos y delegados japoneses que luego se encargaban de restituirlos a su país.

Incluso hacia 2005 había todavía rumores de más soldados de este tipo en ciertas zonas inaccesibles de Filipinas. El caso extremo es el de un soldado japonés que en ese año fue ubicado en Ucrania, país en el que se había casado. Durante todo ese tiempo había sido dado por desaparecido.

domingo, octubre 25, 2009

Acuerdos y desacuerdos

La retirada alemana de Grecia, que tuvo lugar en septiembre de 1944, fue uno de los episodios más extraños de la Segunda Guerra Mundial, a niveles que rozaban lo ridículo.

La evacuación se llevó a cabo tras la caída del frente sur de Rusia y el pase de Rumania y Bulgaria al campo aliado. Estos países habían sido invadidos por la URSS y, al pasarse a la órbita soviética, comenzaron a responder a la misma.

Alemania no podía sostenerse más en la región griega, teniendo en cuenta además los ataques de los partisanos. Debían evacuar a su personal de la península, para impedir que fueran capturados y muertos por la encerrona soviética.

El problema era que las fuerzas en la región, si bien eran pocas para una defensa coordinada, eran también demasiado grandes para lograr una evacuación eficiente y ordenada. Apenas había algunos aviones y buques viejos. La retirada hubiera sido imposible de realizar (al menos sin gravísimas perdidas) de no haber mediado un acuerdo entre ingleses y alemanes, según cuenta el ministro alemán Speer en sus memorias.

Durante varios meses, los aliados se repartieron la geografía europea que nacería luego de la guerra, que ellos ya veían se ganaría en 1945. En ese momento, a los británicos les preocupaba mucho el súbito desmoronamiento del frente oriental, que permitía que la URSS se apoderara de una gran cantidad de países que luego quedarían bajo su influencia. Les interesaba mucho poner un tope a esa expansión, y entonces vieron la oportunidad de hacerlo en Grecia.

Bajo los términos del acuerdo secreto, los ingleses no atacaron a las unidades alemanas que evacuaban Grecia. Por su parte, los alemanes debían hacerse fuertes en el puerto de Salónica, defendiéndolo de los soviéticos hasta que llegaran las unidades inglesas que los vencerían.

La propuesta al parecer partió del ayudante de Hitler, Jodl. Speer dice por fin que el único comentario que hizo Hitler al final de la operación fue: "es la última vez que nos prestamos a una cosa así."

martes, octubre 20, 2009

Totalmente perdidos

Luego del desembarco en Normandía, el terreno conocido como bocage le trajo muchos problemas a los aliados. Una mezcla de pantanos, granjas, bosquesillos y tierras abandonadas, separadas por setos de arbustos o montículos de tierra sobre un territorio de colinas y depresiones confundía a los soldados sobre su verdadera posición. El reconocimiento aéreo había calculado que se trataban de setos de uno o dos metros de altura, pero muchos de ellos tenían siglos de antigüedad y eran totalmente impenetrables e imposibles de escalar; ni siquiera los tanques podían pasar sobre ellos.

En este lugar, los soldados se perdían fácilmente, los vehículos no podían avanzar y la coordinación del fuego de artillería se hacía así cada vez más difícil. Se sabe que al menos en una ocasión un observador de artillería solucionó el problema ordenando abrir fuego sobre lo que se creía que era su propia posición, para luego ver dónde caían realmente los proyectiles.